miércoles, 8 de septiembre de 2010

Graciela a solas

Yo sí me toco – Dijo Graciela en algún momento de la reunión. – Y no me avergüenza decirlo… - Seguía mientras el resto de las “damas”  permanecía en silencio; atónitas ante tal confesión. – ¡Gustavo Enrique jamás ha logrado lo que yo he hecho solita! No he comprado ningún juguetico, por ahora… las ganas y las fantasías acumuladas bastan. – dijo casi a susurrar.

Más de una se encontraba tentada a revelar sus secretos de autoexploración, pero ninguna lo hizo. Las más osadas sonrieron; las otras, sonrojaron. Graciela continuó su relato, sentía una valentía inexplicable desde el mismo momento que decidió hacer hablar al tabú. Fue casi una clase magistral para las oyentes; para ella, simplemente fue quitarse un peso de encima, ese que vivía atrapado entre piernas e imaginación desde hace mucho tiempo.

¡Me encanta hacerlo! Fantasear, jugar conmigo misma… Cuando lo hago puedo ser quien quiera ser, marcar mi propio ritmo; es una especie de ritual sexual que me deja exhausta, pero con ganas de más. – Hacía pausas, quizá rememoraba sus momentos de disfrute a solas. Entre idea e idea sorbía de su copa de vino. ¡Vaya que estaba disfrutando su intrépida intervención!

Ninguna podía creer que tales palabras salieran de los labios de Graciela; ella era tan… tan glamurosa. Mucho menos podían creer que sintiera tanta comodidad al hablar de “temblores del placer”, “suspiros pasionales”… como ella misma bautizó a los actores de reparto que participaban en sus juegos. Sin embargo, se dejaron arrastrar por la fogosidad de cada una de sus palabras.

Graciela se detuvo; sus amigas callaban por más… De pronto dio un vuelco al discurso. – Bueno, creo que ya se ha hecho demasiado tarde; no me gusta manejar a oscuras. – Tomó de golpe el tinto que quedaba en la burbuja de cristal; ya había mandado al carajo todo aquello de las apariencias. Sí, seguramente pensaron que había enloquecido, pero no; se había aburrido de esas insulsas que por llegar al “cielo” se olvidan de vivir en la tierra.

Se despidió con la picardía encerrada en una sonrisa; se sentía afortunada al tener la gracia divina de poder degustar lo celestial con lo más carnal que había conocido hasta entonces: la masturbación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ja! Cereza, espero seguir conociendo más sobre tu cuarto'e locos